Morfología

 

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Portal de lingüística

El sustantivo o nombre

  Nombres comunes / nombres propios  PAGEREF _Toc128202769 \h 1   -   El género en los sustantivos. PAGEREF _Toc128202770 \h 1  -  El número  PAGEREF _Toc128202771 \h 2  -  Casos particulares  PAGEREF _Toc128202772 \h 2   -  Individuales frente a colectivos  PAGEREF _Toc128202773 \h 3  -  Enumerables (discontinuos o contables) frente a no enumerables  PAGEREF _Toc128202774 \h 3
Nombres comunes /
nombres propios

La primera división de los sustantivos es la que separa los comunes de los propios. Sus diferencias son de varios tipos: semánticas, morfemáticas y, específicamente, sintácticas.

Los nombres comunes son nombres de conceptos abstractos dentro de los cuales clasificamos a los seres. Es decir: si yo digo que algo es una mesa, estoy atribuyéndole a ese algo las característica que todas las mesas tienen en común: ‘Mueble, por lo común de madera, que se compone de una o de varias tablas lisas sostenidas por uno o varios pies, y que sirve para comer, escribir, jugar u otros usos’.

Los nombres propios, a diferencia de los comunes, no clasifican la realidad en conceptos aplicables a multitud de seres individuales diferentes entre sí. Por eso necesitan que los determinantes y los complementos del nombre los actualicen y definan más estrechamente. Al hacerlo así, el concepto genérico al que refiere el N común es convertido en uno concreto frente a todos los demás posibles. Pero el N propio ya define un ser único, por lo que, en principio, no requiere determinantes ni complementos. Ahora bien, si queremos referirnos a diferentes aspectos de la misma realidad (diferenciar, por ejemplo, el Madrid de los Austrias del de los Borbones), todos esos madriles actúan ahora como NN comunes que necesitan determinantes y complementos para poder ser individualizados frente a los otros.
El género en los sustantivos.

(véase también este enlace, de donde he tomado buena parte de este epígrafe)

El sustantivo presenta sólo variación de número: mesa / mesas, pero no de género, puesto que éste es inherente. Esto quiere decir que cada sustantivo tiene su propio género y, en consecuencia, cualquier variación del morfema de género implica variación del significado del sustantivo.

No hay que olvidar que género no equivale a sexo en la inmensa mayoría de las ocasiones. Sólo ocurre así en algunas parejas que se refieren a individuos sexuados: niño / niña, suegro / suegra, tigre / tigresa; pero entre los sustantivos llamados epicenos podemos encontrar de una parte hormiga, liebre, pulga, y de otra mosquito, vencejo, ruiseñor e, incluso, caracol. Lo mismo con los comunes: el / la socialista, artista etc.

Las diferencias de género suelen aludir, pues, a otros aspectos de la realidad ajenos a la diversidad sexual, como la dimensión o la forma de un objeto: jarro / jarra, cesto / cesta, cubo / cuba; o la diferencia entre usuario e instrumento: trompeta, espada; o entre árbol y fruto: cerezo / cereza.

 

La oposición –a / -o no es la que marca el género: Dos sustantivos con diferente terminación pero idénticos en todo lo demás no tienen por qué oponerse por género, sino por significado: huerto, barco, bolso  / huerta, barca, bolsa; el morfema “de género” actúa en el sustantivo más bien como un morfema derivativo, que crea nuevas palabras a partir de otras. La palabra derivada puede designar un mismo tipo de ser de diferente sexo (perro / perra, niño / niña), pero también de diferente extensión (barco / barca, bolso / bolsa, huerto / huerta, banco / banca) o con cualesquiera otros significados relacionados con el primitivo: manto / manta, pozo / poza, monto / monta; el/la  editorial, corte, margen, cometa, coma, cólera, parte, frente.

De hecho, muchos sustantivos presentan dos posibles géneros sin cambio de significado: computador / computadora, aspirador / aspiradora

El sexo puede venir marcado morfológicamente (perro / perra), léxicamente (hombre / mujer) o sintácticamente (gorila, serpiente, liebre, mosca) --> cada sustantivo tiene significado de sexo por sí mismo, no por su terminación.

 

Así pues, la variedad de significados de los géneros y la arbitrariedad de la asignación de masculino o femenino a los sustantivos impiden determinar con exactitud lo que significa realmente el género. Hay, pues, que considerarlo como un morfema que clasifica los sustantivos en dos categorías combinatorias diferentes. Es un mero indicio de ciertas relaciones del sustantivo con otras palabras del enunciado, que, curiosamente, nos sirve a veces para discriminar el núcleo de un determinado adyacente: el candelabro de plata vieja / el candelabro de plata viejo.

De los dos géneros, el masculino es el de mayor extensión (el término no marcado), y el femenino el de mayor intensión (el término marcado); así los padres se refiere tanto a varones como a mujeres cuando el término se opone a hijos, aunque mantiene su carácter masculino cuando se opone a madres. Resulta una afectación ridícula, a la vez que una incongruencia gramatical, la costumbre muy extendida actualmente entre los hablantes “políticamente correctos” de duplicar el masculino con el femenino de un sustantivo para referirse a un plural que incluya a varones y mujeres: los profesores y las profesoras, los alumnos y las alumnas, los ciudadanos y las ciudadanas. No hay que olvidar que la lengua sólo es sexista si lo son sus hablantes; no se puede tachar a nadie de machista por decir En tu casa vivís como reyes ¿Quién puede pretender que es menos sexista decir la estupidez *En tu casa vivís como reyes y como reinas?

El número

(tomado de este enlace)

 

Desaparecido el dual, el sustantivo suele presentar dos posibilidades de variación numérica: singular y plural. El primero se refiere a un solo individuo de una clase, y el segundo denota varios objetos de una misma clase.

El significante de estas diferencias suele corresponderse con la oposición Ø / –s, –es: perro / perros, león / leones. Pero la distinción se manifiesta a veces sólo por el artículo u otras concordancias: crisis, atlas, jueves. En general se asigna –s a los sustantivos terminados en vocal y –es a los terminados en consonante; pero si el significante del singular termina en –i tónica la formación del plural fluctúa: jabalíes / jabalís, esquíes / esquís (se considera más culta la primera forma).

Por lo que respecta a los latinismos y extranjerismos resulta recomendable la adaptación rápida a la morfología española: currículos, mejor que currículums o currícula, con la terminación latina; yogures mejor que yoghourts.
Casos particulares

(tomado de este enlace)

 

Entre las peculiaridades del significado del número se puede señalar el caso de los singularia tántum, que aparecen sólo con la forma del singular, y los pluralia tántum, sólo admisibles en plural: el caos, la salud, la sed frente a los víveres, los comestibles, las afueras.

En ocasiones, las referencias del singular y el plural son equivalentes: muralla, escalera, intestino, pantalón. No obstante, a menudo hay entre ambos diferencias de tipo expresivo: barba, pelo, espalda; o, incluso, otros matices significativos: interés, imaginación, razón, locura, polvo, trigo.

Como vemos, el significado de singular y de plural no se corresponde siempre con la definición que ofrecíamos más arriba. Mientras que el plural se refiere siempre a varios objetos de una clase, el singular puede aludir tanto a uno solo como al conjunto total de ejemplares de una clase:

El hombre se sentó a descansar en el alféizar de la ventana. / El hombre es mortal.
Individuales frente a colectivos Dentro de esta categoría, es de destacar la existencia de sustantivos colectivos: son aquellos que en singular denominan a un conjunto de individuos considerados como iguales: bosque, gente, gentío, multitud, etc. En plural (cuando es admisible), designan a más de uno de estos conjuntos: los bosques, las multitudes.
Enumerables (discontinuos o contables) frente a no enumerables Llamamos sustantivos enumerables a los que se refieren a seres individuales, y no enumerables a los que tienen como referente materias, el material o la sustancia con la que se puede realizar algo: oro, piedra, vino, agua, cemento. No tiene mucho sentido decir doscientos vinos, muchas aguas, veinte oros salvo que nos refiramos a doscientas (copas de) vino, muchos (cursos de) agua,  muchas (marcas comerciales o tipos de) agua, muchos (naipes del palo de) oros, etcétera. Con estas palabras, el plural indica tipos, variantes, unidades, objetos hechos de la materia a la que nos referimos.

 

Madrid, diciembre de 2010.
Os ruego que enviéis vuestras sugerencias y observaciones a: fernandoliroz(a)asmadrid.org

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